No está demostrado que el descenso de Kukulcán en la pirámide de Chichen Itza (El Castillo) fuera registrado por los mayas por lo que sería un mito arqueoastronómico.
Esta creencia surge en los años 30 del siglo XX fundada en la proyección solar en El Castillo de los “nuevos movimientos religiosos”: Stanislaw Iwaniszewski.
Durante mucho tiempo se ignoró el fenómeno óptico que hoy capitalizan los grupos new age, entre otros.
La proyección solar serpentina que recorre la alfarda norte de El Castillo, en Chichén Itzá, durante los equinoccios de primavera y de otoño, y que atrae a miles de visitantes a la zona arqueológica yucateca, es, en realidad, un mito arqueoastronómico reciente, pues las referencias más antiguas sobre este fenómeno óptico no van más allá de los años 30 del siglo XX.
De acuerdo con el doctor Stanislaw Iwaniszewski, uno de los más reconocidos estudiosos en el mundo de la arqueoastronomía precolombina mesoamericana, no existe fuente arqueológica que pueda sustentar que este efecto visual fuera percibido por los mayas antiguos, tal y como se aprecia hoy en día.
“Hay muchos mitos arqueoastronómicos modernos, y éste, el conocido como el ascenso y descenso de Kukulkán, en la pirámide de El Castillo, forma parte de esa categoría”. Incluso, dijo el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), algunos trabajos científicos así lo demuestran.
Cabe citar un artículo escrito en 1999, por una de las autoridades en astronomía maya, John B. Carlson: Pilgrimage and the Equinox ‘Serpent of Light and Shadow’ Phenomenon at the Castillo, Chichén Itzá. Texto publicado en la reconocida revista Archaeoastronomy: The Journal of Astronomy in Culture, de la Universidad de Texas, Estados Unidos.
La proyección conocida como el ascenso y descenso de Kukulkán (Serpiente emplumada), que sucede al atardecer de los equinoccios de primavera y otoño, consiste en siete triángulos de luz, invertidos, resultado de la sombra que proyectan las nueve plataformas del edificio conocido como El Castillo, al ponerse el sol.
Iwaniszewski, profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), e investigador del Museo Arqueológico Estatal de Varsovia, Polonia, detalló que las primeras relaciones en torno al efecto visual sucedido en esa pirámide, datan de la estancia de la Expedición Arqueológica Maya, iniciativa de la Institución Carnegie de Washington, que dio inicio en 1923 y se extendió durante dos décadas.
“Estas primeras referencias las captamos hacia los años 30 del siglo pasado, cuando todavía la institución Carnegie, realizaba trabajos de excavación en Chichén Itzá. Fue en ese entonces cuando algunos de los trabajadores, comenzaron a percatarse de este fenómeno óptico.”
“Sin embargo, este efecto no tuvo un análisis científico sino años después, específicamente mediante un artículo de Robert Fuson, escrito en 1969: The orientation of mayan ceremonial centers, en Association of American Geographers, AnnaIs”.
Pese a estos estudios, el sitio arqueológico de Chichén Itzá todavía no figuraba en el imaginario colectivo como “centro de energía”, debió pasar casi una década más, hasta la publicación de La pirámide Kukulkán: su simbolismo solar (1976), de Luis Arochi, que permitió un conocimiento menos restringido acerca del fenómeno, quizá porque la edición se hizo en español.
A mediados de los años 80 —relató Stanislaw Iwaniszewski—, la televisora más importante del país, motivada en parte por lo descrito en el volumen de Arochi, llevó a cabo una transmisión en vivo del efecto visual en El Castillo, momento que fue determinante para la posterior afluencia al sitio, en los días de equinoccio.
Del New Age, a los concheros. Respecto a los grupos que suelen acudir durante el equinoccio de primavera, específicamente en la zona arqueológica de Teotihuacán, Estado de México, el también coeditor de la revista Archaeoastronomy: The Journal of Astronomy in Culture, mencionó que precisamente hacia la década de los 80, ésta era espacio de corrientes y “nuevos movimientos religiosos”, más cercanos al New Age.
“Se trataba de grupos que invocaban a los dioses hindúes, o buscaban los sephiroth, que de acuerdo con la Cábala, son los senderos o las diez emanaciones de dios, a través de las cuales se creó el mundo.”
“Para mediados de los 90, se dio un cambio, y a partir de esos tiempos, gran parte de las actividades que se desarrollan en este día, las realizan grupos de concheros y mexicaneros, quienes acuden con instrumentos de viento y bailan al mediodía del 21, aunque no sea precisamente el momento de equinoccio”, concluyó.
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