Leyendo el diario La Nacion, me encontré con un articulo de Mori Ponsowy, el cual me llegó de forma especial. En este artículo rescato algunas frases, pero de todas maneras vale la pena leerlo entero. Ya está dando vueltas por ahí un nuevo dicho: “más falso que amigo de facebook”.
"El libro de las caras": eso significa, literalmente, Facebook. Tergiversando una vez más el significado de las palabras, se trata de un libro que no es libro y que funciona más como álbum de figuritas que como ninguna otra cosa, pues su principal objetivo parece ser coleccionar, sumar caras o nombres a la lista, juntar "amigos" sin importar quiénes sean, ir llenando las páginas vacías del ciberespacio que nos ha sido asignado hasta tener más amigos de los que nos es posible recordar y, sobre todo, amar. "La Librería Sumsum quiere ser tu amigo"; "Súmate a la causa por Keké, el perro quemado vivo". Me encantan las librerías y los perros, pero, francamente, jamás le contaría mis problemas a una librería y, en cuanto al pobre animal y todos los otros pedidos de firmas que llegan diariamente, después de haber leído tantas veces acerca de organizaciones humanitarias que desviaban recursos hacia actividades inconfesables, prefiero documentarme bien antes de adherir a cualquier causa.
Toda la crítica anterior tiene que ver con el mal uso que hacemos -y nos vemos obligados a hacer- de las palabras. Si en vez de "amigo", Facebook empleara alguna otra palabra, las relaciones que propicia serían más claras. ¿Qué cosa quieren realmente las personas, los negocios y las causas que piden ser nuestros amigos en Facebook? Quieren nuestra atención; que sepamos que existen; que los miremos; que estemos de acuerdo con sus cruzadas. "Fulano quiere un pedazo de tu tiempo", sería la manera correcta de formularlo. O, mejor: "Fulano quiere que seas su cliente".
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