Quetzalcóatl fue en realidad un guerrero vikingo naufragado en las costas de mexico durante un huracán por el año mil d.C., según la canadiense Lucie Dufresne en su novela Quetzalcóatl. El hombre huracán.
Dufresne (1951, Québec, Canadá) explicó hoy en entrevista con Efe en México, donde se encuentra estos días presentando la obra, que esa novela histórica surgió de su tesis doctoral, en la que especuló sobre la posibilidad real y científica de que "el dios de la serpiente emplumada" fuera un vikingo.
"Mi padre solía contarme cuando era niña que en México había un dios de barba roja", dijo la geógrafa, quien recordó su sorpresa cuando ya más mayor leyó los escritos del cronista Bernal Díaz del Castillo que daban la razón al cuento infantil de su padre.
Aquellas crónicas de la conquista de México narran como el último emperador azteca, Moctezuma, tuvo miedo de "la divinidad de Hernán Cortés" y le exigió que le enseñara su casco para verificar si era igual que el que describían sus archivos de Quetzalcóatl.
"Cuando leí eso para mí fue un choque grande, pues mi padre tenía razón; entonces decidí escribir la historia para ver hasta qué punto esa hipótesis era loca o plausible", señaló.
La novela cuenta la vida del primer vikingo que llegó a las costas del golfo de México, Ari, que tenía la barba roja y era hijo natural de Erick el Rojo, y cómo se convirtió en uno de los dioses más importantes de la mayoría de las culturas mesoamericanas, Quetzalcóatl.
Ari llegó a México tras naufragar junto a Melkolf, un esclavo irlandés católico, y ser encontrado por los toltecas.
La obra describe su recorrido desde Groenlandia hasta México, sus primeros años como prisionero, su ascenso al trono, su consagración como "semidios", su destitución y exilio, y su recuperación del poder en otra civilización precolombina del área, la maya.
Transcurre en las ciudades (hoy sitios arqueológicos) de Tula, El Tajín y Chichen Itzá, entre otros.
Aunque el personaje de Ari es totalmente ficticio, Dufresne trabajó mucho la información que maneja en la novela y utilizó leyendas de las culturas prehispánicas, crónicas de los conquistadores españoles y datos arqueológicos.
Además, estudió la sociedad vikinga, sus barcos y sus sagas, que son como cuentos de genealogía, explicó.
También encontró semejanzas entre la cultura vikinga y las prehispánicas, como que ambas otorgan gran valor a los guerreros, a los comerciantes y al honor.
Además investigó las trayectorias de las corrientes marinas y los huracanes, y visitó en persona los lugares que menciona en la novela, procurando ser precisa con los paisajes e incluso con los olores.
Para la historia se basó en parte en los avatares de los españoles Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, conquistadores que luego de un naufragio cayeron en manos de los mayas a principios del siglo XVI.
El primero de ellos se adaptó a la cultura y llegó a ser un gran jefe maya que murió luchando contra los conquistadores españoles.
El segundo, aunque aprendió la lengua maya, nunca se adaptó, fue rescatado por Hernán Cortés y luchó a su lado ejerciendo de traductor.
El libro fue publicado originalmente en 2003 en francés en Canadá, y ahora se edita por primera vez en español.
1 comentario:
Vaya, el blanco las tiene que ganar de todas, todas, como los indios podrían construir una cultura tan impresionante, como podrían ser tan avanzados sin la ayuda de un blanco verdad??
Un naufragio vikingo, la visión occidental, una vez mas en todo su esplendor, el indio como inferior y no solo la inferioridad natural. Era inferior necesariamente al europeo blanco y cristiano. La diferencia se mantiene, porque en ella descansa la justificación de la dominación colonial
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