Carlos I el Grande, llamado Carlomagno, (en alemán: Karl der Grosse, en latín: Carolus Magnus, en francés e inglés: Charlemagne; 2 de abril de 742 – 28 de enero de 814) fue rey de los francos desde 768 hasta su muerte. Expandió los distintos reinos francos hasta transformarlos en un Imperio al que incorporó gran parte de Europa Occidental y Central. Conquistó Italia y fue coronado Imperator Augustus por el Papa León III el 25 de diciembre de 800 en Roma.
De este modo sucedía al Imperio Bizantino como protector de la cristiandad. Ante la indignación inicial de Constantinopla, en 812 se firmó un acuerdo entre los dos mandatarios, y de nuevo hubo dos emperadores en Europa, uno en Oriente y otro en Occidente. Comúnmente se ha asociado su reinado con el renacimiento carolingio, un resurgimiento de la cultura, religión y arte latinas a través del Imperio Carolingio y dirigido por la Iglesia Católica. Por medio de sus conquistas en el extranjero y sus reformas internas, Carlomagno sentó las bases de lo que sería Europa Occidental en la Edad Media. En las monarquías francesa, alemana y del Sacro Imperio Romano, se le nombra como Carlos I.
Hijo del rey Pipino El Breve y de Bertrada de Laon, sucedió a su padre y coreinó con su hermano, Carlomán I. Aunque las relaciones entre ambos se tornaron tensas, la repentina muerte de Carlomán evitó que estallara la guerra. Reforzó las amistosas relaciones que su padre había mantenido con el papado y se convirtió en su protector tras derrotar a los lombardos en Italia. Combatió a los sarracenos que amenazaban sus posesiones en la Península Ibérica y trató de apoderarse del territorio, mas tuvo que batirse en retirada a causa de un ataque de los sajones y perdió en el desfiladero de Roncesvalles a toda su retaguardia y a su sobrino, Roldán. Luchó contra los pueblos eslavos, y tras una larga campaña logró someter a los sajones, obligándoles a convertirse al cristianismo e integrándoles a su reino; de este modo allanó el camino para el establecimiento de la Dinastía Sajona.
Hoy es considerado, no sólo como el fundador de las monarquías francesa y alemana, sino también como el padre de Europa: su imperio unificó por primera vez la mayor parte de Europa Occidental desde la caída del Imperio Romano, y el renacimiento carolingio estableció una identidad europea común. Pierre Riché escribe:
. . . disfrutó de un destino excepcional, y por la dirección de su reinado, por sus conquistas, legislación y legendaria estatura, marcó profundamente la historia de Europa Occidental.
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