Las órbitas de la Tierra y de Saturno no están exáctamente sobre el mismo plano, lo que hace que según sea, vemos al gigante planetario desde arriba o desde abajo. Esto genera –por consecuencia- que en un punto veamos los anillos justo cruzando el plano de nuestra órbita, por lo cual dejamos de verlos ya que solo son una linea delgada.
Hace cuatrocientos años, el mismo fenómeno desconcertó a Galileo. Observando atentamente a través de un primitivo catalejo, descubrió los anillos de Saturno en 1610 e inmediatamente escribió a sus mecenas, los Medici: "He hallado otra muy extraña maravilla, la cual me gustaría mostrar a sus Altezas...". Sin embargo, él se quedó estupefacto cuando los anillos desaparecieron después de poco más de un año.
El 4 de septiembre de 2009, desaparezcan. Cuando esto le sucedió a Galileo en 1612, abandonó por un corto tiempo el estudio del planeta. Craso error: los cruces del plano de los anillos son buenos momentos para descubrir nuevas lunas de Saturno y anillos externos tenues.
Cuando Saturno vuelva a ser nuevamente visible en el cielo a finales de septiembre, miles de telescopios estarán apuntados hacia el, señala la sociedad astronómica Urania, para ver la extraña apariencia del planeta ahora sin sus anillos. Conforme pasen los meses Saturno estará presente cada vez por mayor tiempo en el cielo, siendo visible cerca de la media noche a finales de noviembre, cuando este a punto de recuperar sus anillos, hasta entonces el verdadero señor de los anillos ofrecerá una vista única a los terrestres que no se repetirá hasta el año 2023.
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