Los primeros dispositivos de lectura óptica tenían un valor cercano a los 1.000 dólares y los grabadores de CD-ROM un valor de alrededor de 10.000, en ambos casos eran de 1X. Igualmente dificultoso era encontrar discos rígidos rápidos de esa capacidad – 600 Mb.
La revolución que se dio con esta tecnología fue la distribución masiva de información. Anteriormente era inimaginable distribuir comercialmente un software que constara de 1.000 disquetes. Es así que nació la multimedia con productos con audio y video y miles de fotografías. Enciclopedias, recopilaciones de diarios, revistas, manuales y guías telefónicas.
En 1993 se podían contar unos 300 títulos en CD que valieran la pena. Los oportunistas hacían títulos de recopilación de cualquier cosa, pero los datos solos no servían si no estaban acompañados de una aplicación con la cual convertirlos en información.
Las bases de datos eran incapaces de funcionar bien en los discos ópticos ya que no estaban diseñadas para dispositivos de alta latencia, unos 500 ms, es decir que el cabezal lector era pesado y tardaba mucho en posicionarse sobre la pista del dato a recuperar.
Nacieron así programas de text retrieval y bases de datos especiales para explotar información sobre CD y así fueron posibles los primeros títulos realmente útiles, como ser recopilaciones de jurisprudencia, vademecums médicos y periódicos.
Para 1995 se habían creado cientos de títulos en castellano ya que el usuario se puso más sofisticado y no quería consumir lo hecho en Estados Unidos, sino contenidos más propios o al menos en su propio idioma. Algunos de ellos fueron: Enciclopedia Universal, Jurisprudencia Argentina, el derecho, Revista Apertura, Ambito Financiero, el Cronista, La vida de Gardel, La guía telefónica de Telefónica, Telecom en Argentina, Chile y Brazil, Argentina Natural, Buenos Aires CDROM y muchos más.
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