Los egrégores en las fuentes documentales. Las diferentes definiciones de egregor. Eliphas Levi y el "egregor" como "ente". La energia y la Magia del Caos.
La palabra egrégor deriva del griego “egregoroi”, que también puede transliterarse por “grigori”, su significado es “vigilantes”. Dado que es una palabra griega en el Tanaj no aparece, pero en las versiones griegas añadidas a la Septuaginta original –la Torá- se encuentra en el Libro de las Lamentaciones y en los apócrifos Libros de los Jubileos y Libro de Enoc.
Definición de los Egrégores o Egregor como seres
Existen dos versiones respecto a qué es un egrégor, tanto de los apócrifos como de los derivados de los añadidos de la Septuaginta no se puede discernir gran cosa, si bien parecen mencionarse como seres.
En parte así lo entiende Eliphas Levi, si bien no exclusivamente, pues si en “El gran arcano”, los considera “entes” que deben entenderse como peligrosos –por no decir en extremo- a causa de su enorme energía o fuerza que tienen y su absoluta ignorancia de la existencia de lo humano –si sirve la metáfora, son tan peligrosos para los humanos, como los humanos para una hormiga: ambos pueden pisar al otro ser-. En su “Historia de la Magia” dice lo siguiente:
“Porque hay un medio compuesto, un medio natural y divino, a un tiempo corpóreo y espiritual, un dúctil mediador universal, un receptáculo común de las vibraciones móviles y las imágenes formales, un fluido y una fuerza que, en un sentido al menos, puede llamarse imaginación de la Naturaleza. Por mediación de esta fuerza cada aparato nervioso se comunica secretamente; de allí derivan la simpatía y la antipatía, los sueños, los fenómenos de la segunda visión y de la visión extranatural.”
Y apostilla:
“Esta fuerza es ciega, de por sí, pero la dirigen los Egrégores, es decir, los jefes de las almas o, en otras palabras, los espíritus energéticos y activos.”
(Eliphas Levi. “Historia de la Magia”, páginas 15-16)
Aquí la visión “éntica” sin perderse se matiza, pues ya no nos encontramos exclusivamente ante un determinado tipo de seres sino de un “fluido y una fuerza” de la que, obviamente, se componen y la dirigen los “egrégores”.
Aunque más adelante vuelve a considerarlos “inteligencias”, luego “entes con consciencia propia” –otra cosa es que la tengan o no de la existencia de lo humano- cuando dice:
“Si tal es el poder del hombre en el mundo que él domina, ¿cuál deberá ser el de las inteligencias que gobiernan a los soles? El último de los Egrégores, con un soplo y dilatando de repente las calorías latentes de nuestra tierra, podría destruirla y reducirla a una nube de polvo.”
(Eliphas Levi. “Historia de la Magia”, página 314)
Digamos que Alphonse Louis Constant (Eliphas Levi) entiende por una parte que se está hablando de una fuerza, de una energía, en cierto modo inconsciente pero, a la vez, consciente de sí misma, luego de algo con ontología propia, precisamente, de ahí derivaría el riesgo para los humanos, del hecho de que pueda tomar sus propias decisiones, derroteros, sin siquiera darse cuenta de la mera existencia humana ni, por supuesto, de las intenciones o voluntad de quien o quienes la hayan convocado y puesto en marcha.
Los Egrégor entendidos como creación mental
Desde la Magia del Caos el concepto es diferente, digamos que más psicológico, seria algo definible a partir de lo arquetípico y de un inconsciente común. Ahora bien, ese inconsciente debiera surgir a un cierto nivel consciente para poder generar un egregor - a lo que es surgir desde lo inconsciente o subconsciente al control de lo consciente apunta la técnica de los sigilos perfilada por Austin Osman Spare y ampliamente utilizada en la Magia del Caos.
En ese sentido, seria una fuerza mental común la que facilitaría la generación de un egrégor, para lo cual se necesitaría de una invocación colectiva que, más que invocación o evocación de algo preexistente, generaría algo a partir de la voluntad de los participantes.
Debe recordarse que en toda hipótesis mágica esta se produce a partir de la voluntad y para satisfacer la voluntad –con total indiferencia de la intencionalidad de dicha voluntad-. Un “magus” no es alguien con tipo de poder alguno, en teoría, sencillamente es alguien que emplea determinadas técnicas en beneficio de sus objetivos. El “magus” no tendría así poder alguno más allá del que le otorguen sus conocimientos o sus capacidades –entendidas como “gnosis” no como “don”-.
Quedaría la cuestión de saber si, a partir de esa definición de egrégor, desde un solo individuo existiría la capacidad de generarlo o convocarlo –recordemos la historia de Kelly y Lilith, sea cierta o no, ejemplificaría una generación individual o, en la hipótesis de Levi, una evocación individual-, aquí tendríamos que examinar la posibilidad si a partir de los sigilios de Spare y desde el inconsciente individual y personal se podría realizar lo propio que de una manera grupal.
Una fuente de energía
En cualquier caso parece dominar la idea de una fuente de energía que es convocada, evocada o invocada y que o bien tiene ontología propia o bien la adquiere –volvemos a indicar que esa ontología sería la que generaría los riesgos.
De alguna manera es como si un arquetipo, tal y como los define Jung, adquiriera consciencia de “ser” no simplemente de “modelo” –de tipología-, así se podría pasar de un personaje o una institución abstracta a algo con vida propia –sería algo así como cuando un novelista o narrador dice que sus personajes adquieren vida en un momento dado, y parece que dicten ellos el transcurso de la narración, casi de manera ajena a como lo desencadenó inicialmente el autor-.
De ese modo desde un club de fútbol hasta un mito podrían “egregorizarse”. En el sentido de que serían algo más que lo que inicialmente se había creado. Adquirir “vida propia” es una forma de adquirir un tipo de “consciencia” y, en ese sentido, de “yo”.
Con lo cual cerraríamos el círculo de este particular “uróboros” y se fundirían o compatibilizarían el enfoque como “ente” de Eliphas Levi y el de “creación del pensamiento” a partir de lo inconsciente.
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