La noche del 28 de enero de 2006, a las 23:07 hora local, un potente haz de láser fue enviado hacia el espacio desde el observatorio astronómico de Paranal. Tal y como estaba previsto, la trayectoria del láser alcanzó los 90 km sobre la atmósfera y rebotó en la capa de sodio que rodea la Tierra. De esta forma, el láser generaba una estrella artificial que permitía a los astrónomos ajustar al máximo la nitidez del telescopio.
Aquella noche los científicos estaban probando una moderna técnica capaz de permitir por primera vez que un telescopio en tierra produjera imágenes tan nítidas como las tomadas desde el espacio. Hasta entonces, los telescopios terrestres se habían encontrado con el obstáculo insalvable de la turbulencia atmosférica, un problema que solo se pudo superar mediante una compleja adaptación óptica.
Por éste y por otros muchos motivos, el observatorio de Paranal, en Chile, está considerado como el complejo astronómico más avanzado del planeta. Sus instalaciones cuentan con cuatro telescopios reflectantes, de 8,2 metros de diámetro, que pueden ser utilizados individualmente para observar objetos 4 mil millones de veces más débiles de lo que podemos ver a simple vista.
Pero además, gracias a su meteorología perfecta, y a su situación sobre una montaña de 2.635 metros, Paranal ha ofrecido al mundo algunas imágenes impresionantes tomadas desde su propio entorno.
El ingeniero óptico Stéphane Guisard lleva 12 años trabajando en la zona y fotografiando los cielos de Chile. La secuencia del láser sobre el cielo estrellado, que habéis visto al principio, también es de él. Durante todo este tiempo, Guisard se ha dedicado a tomar fotografías mediante la técnica de time-lapse, creando algunas filmaciones astronómicas impresionantes. Y el resultado de su trabajo es sencillamente colosal.
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