Pocas imágenes han disfrutado de tanta difusión y de tanta polémica como la del famoso beso captado por la cámara de Robert Doisneau frente al Ayuntamiento de París. Realmente la pose es perfecta; la mano en el hombro de ella, la columna arqueada, la mano de ella hacia atrás… perfectos enamorados.
Resulta irónico que fuera una de las pocas fotos en las que pidió la colaboración de unos actores y no sus tomas espontáneas de la vida cotidiana la que le abriera las puertas del mercado norteamericano y de la fama internacional. Esta circunstancia propició un combate a brazo partido años más tarde entre los que reclamaban ser los personajes fotografiados.
Los intérpretes Françoise Bornet y Jacques Carteaud demostraron en 1992 que eran ellos los inmortalizados por Doisneau. La imagen formaba parte de la serie Besos, encargada por la revista America’s Life a través de la agencia francesa Rapho, y se convirtió en el sinónimo del tópico romántico parisino. Sin embargo, la historia del edifi cio que aparece como telón de fondo es menos glamurosa: en la edad media, la administración del agua del Sena, el Oise, el Yonne y el Marne era de vital importancia, ya que sus cauces también constituían importantes vías de comunicación.
San Luis estableció en el siglo XIII un “Parlamento de Burgueses” que se hacía cargo de esta función y del gobierno municipal. Su sede se trasladó de la plaza de Châtelet a la de la Grève u orilla del río en 1357, pasando a llamarse plaza del Hôtel de Ville más tarde. El edifi cio renacentista no es el mismo desde el que Robespierre mandaba guillotinar a los enemigos de la Revolución, ya que fue pasto de las llamas a fi nales del XIX.
En 1993 "El Beso" fue llevado a juicio. Una pareja afirmaba haberse reconocido en la imagen y reclamaban su porción del pastel. Por aquel entonces, empezaron a aparecer mujeres y hombres asegurando ser los amantes de la obra y planteando demandas de derecho de imagen, aquella mentira que hacía creer que era una instantánea improvisada no pudo mantenerse. El fotógrafo ganó el juicio al presentar como prueba la serie completa de fotos tomadas en distintos puntos de París con la misma pareja. La había encontrado en un café cerca de la escuela de teatro y les había propuesto posar para la foto. Françoise Bornet, la protagonista real de la foto junto a su novio de entonces, Jacques Carteraud, decidió descubrir su secreto: quería un porcentaje de las ganancias. Otra vez Doisneau ganó en los estrados: pudo comprobar que había pagado el trabajo de Bornet y su compañero. La pareja vendió la copia de su foto que le regaló Doisneau a un coleccionista suizo que pagó por ella 155.000€ en 1992. Más tarde, reconocería el propio autor: "No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara."
Francia ha hecho de su célebre Beso un fetiche nacional. El retrato fue protagonista de la campaña para los Juegos Olímpicos 2012 de París. Al fotógrafo se le han dedicado más de un centenar de libros y varias películas. Del cartel de El beso se han vendido más de 500.000 ejemplares en todo el mundo.
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