Sus orígenes son inciertos. Dicen que Valentín fue un sacerdote que vivió en Roma durante el siglo III d.C. bajo el mandato del emperador Claudio II, en una época en que el cristianismo era una religión prohibida, y todos los que insistían en difundir las enseñanzas de Jesús eran duramente castigados.
El déspota emperador romano decidió que eran mejores soldados los hombres solteros, al carecer de cargas y lazos familiares, y decretó la prohibición de contraer matrimonio. Por entonces, Valentín era obispo de Interamna (lo que hoy es Terni).
Fiel a su creencia de que los decretos que prohibían el casamiento eran indignos y que el pueblo debía amar a Dios y contraer matrimonio libremente, Valentín casaba a las parejas en secreto. Cuando lo descubrieron, fue detenido y llevado ante el emperador, que intentó persuadirlo para que abandonara el cristianismo a cambio del indulto. Comoquiera que se negó, fue encarcelado. Y fue entonces cuando, según la leyenda, se produjo el milagro que le elevó al santoral: el carcelero, sabedor que Valentín era un hombre de letras, le confió la instrucción de su hija Julia, una hermosa joven ciega de nacimiento, a la que transmitió no sólo sus enseñanzas sino también su fe. Al tiempo, Julia recuperó la visión de forma milagrosa.
Un 14 de febrero —no hay acuerdo en el año, aunque se supone que sucedió entre el 269 y el 271— Valentín fue ejecutado. Y en el año 1969 se oficializó esa fecha como día de los enamorados.
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