3 de abril de 2012

Libertad de imprenta

¿Qué daño puede causar a Rusia la profecía de Jean Jacques Rousseau? Ninguno, siendo lícito explicarla en un sentido místico típico y alegórico (1). En Holanda se imprimieron unos seis mil folletos contra Luis XIV y ninguno de ellos contribuyó a que perdiera las batallas de Blenheim, Turín y Ramillies.

Aunque es de derecho natural utilizar la pluma, como también lo es utilizar la lengua, este derecho conlleva sus peligros, sus riesgos y sus éxitos. Conozco muchos libros que incomodan a los lectores, pero no sé de ninguno que haya producido un perjuicio real. Algunos teólogos y políticos exclaman en tono jeremíaco: «Destruís la religión y derribáis al gobierno si osáis imprimir ciertas verdades y paradojas. No os atreváis nunca a pensar por escrito sin haber pedido antes permiso a un clérigo o un representante de la sociedad civil. Perturba el buen orden que el hombre piense por sí mismo. De Homero, Platón, Cicerón, Virgilio, Plinio y Horacio, no se publicó nada sin haber obtenido antes la aprobación de los doctores de la Sorbona y de la Santa Inquisición. Tened presente que la libertad de prensa fue la causante de la decadencia de Inglaterra y de Holanda. Cierto que ambas naciones comercian con el mundo entero y que Inglaterra vence siempre por mar y tierra, pero caminan a grandes pasos hacia su ruina. El pueblo ilustrado no puede subsistir».

Argumentáis bien, amigos míos, pero examinemos, si os parece, qué libro consiguió perder a un estado. El libro más peligroso de los que conozco es el de Spinoza. Como judío ataca al Nuevo Testamento y como estudioso asesta golpes demoledores al Antiguo Testamento. El sistema de su ateísmo tiene mejor método y está más razonado que los sistemas de Estrabón y Epicuro. Se necesita profunda sagacidad para invalidar los argumentos que aduce para probar que una sustancia no puede formar otra. Como vosotros, detesto su libro, que acaso comprendo mejor que vosotros y no lo sabéis rebatir; pero decidme, ¿cambió ese libro la faz del mundo? ¿Acaso algún predicador perdió algún florín de su paga después de publicadas las obras de Spinoza? ¿Acaso algún obispo vio disminuir sus rentas? Al contrario, se han doblado desde entonces y todo el daño que produjo ese libro se redujo a que unos pocos lectores examinaran tranquilamente los argumentos de Spinoza y escribieran en pro o en contra obras poco conocidas.

 

Vosotros mismos fuisteis poco consecuentes haciendo imprimir la obra de Lucrecio ad usum Delphini, que expone el ateísmo de su autor y no produjo perturbación ni escándalo; por eso dejaron vivir tranquilamente a Spinoza en Holanda, como antiguamente permitieron que viviera en paz Lucrecio en Roma.

 

(1) J. J. Rousseau anunció una inmediata destrucción del imperio de Rusia fundándose en que Pedro I difundía las artes y las ciencias en sus estados. Para desventura del «profeta», las artes y ciencias sólo prosperaron en la nueva capital por estar cultivadas casi exclusivamente por extranjeros, pero aunque la ilustración sólo estaba concentrada en la capital contribuyó a aumentar el poderío de Rusia, que nunca estuvo menos expuesta a los trastornos que pueden destruir un imperio desde que Rousseau pronosticó su destrucción.

 

Pero en cuanto aparece en vuestro país cualquier libro nuevo cuyas ideas difieren de las vuestras, y cuyo autor pertenezca al partido contrario al vuestro, os ponéis en guardia originando una conmoción general en el rincón del mundo en que habitáis. Proferís a voz en grito que ha aparecido un hombre abominable que se atrevió a escribir la blasfemia de que si no tuviéramos manos no podríamos hacer medias ni calzado (1). Los devotos se asustan, los doctores se reúnen, cunde la alarma, el ejército empuña las armas, y todo, ¿por qué? Por unas cuantas páginas que se olvidan al cabo de tres meses. Si el libro os incomoda, refutadle; si os aburre, no lo leáis.

 

(1) Helvetius en Del espíritu, discurso primero. cap. 1.

 

Me objetan que los escritos de Lutero y Calvino destruyeron la unidad de la religión romana en la mitad de Europa; ¿por qué no me decís también que los libros del patriarca Focio destruyeron esa misma religión en Asia, Africa, Grecia y Rusia? Incurrís en una flagrante equivocación al creer que los libros han producido ese resultado. El imperio de Rusia abarca dos mil leguas de extensión y no hay hombres que hayan tratado los puntos de controversia entre las Iglesias griega y latina. Si el fraile Lutero, el canónigo Calvino y el cura Zuinglio no hubieran hecho más que escribir, Roma dominaría aún todos los estados que perdió, pero esos reformadores y sus seguidores fueron propagando sus doctrinas de ciudad en ciudad, de casa en casa, apoyados por las mujeres y sostenidos por los príncipes. Habéis de saber que el capuchino entusiasta, faccioso y vehemente que es emisario de algún ambicioso que predica, confesando, comulgando e intrigando, conseguirá más pronto perturbar una provincia que escribiendo conseguirán ilustrarla cien autores. No fue el Corán el que obtuvo que Mahoma lograra lo que se propuso; fue Mahoma el que consiguió el éxito del Corán.

 

Resulta claro que los libros no vencieron a Roma; fue vencida porque indignó a Europa con sus rapiñas, porque vendió públicamente las indulgencias, porque insultaba a los hombres queriéndolos dirigir como animales domésticos y porque abusó tan excesivamente del poder que sorprende que domine todavía un solo burgo. Ese resultado no se debe a los libros, sino a Enrique VIII, a Isabel, al duque de Sajonia, al landgrave de Hesse, a los príncipes de Orange, a Condé y a Coligny. Las trompetas nunca han ganado batallas, ni han hecho caer más murallas que las de Jericó.

No hay comentarios:

Cuevana - Taringa! - Online - Gratis