Los resultados del informe Pisa 2006 han levantado mucha polémica en los últimos tiempos y en España han significado, en particular, un fuerte golpe ante los bajos resultados obtenidos por los estudiantes que participaron de la encuesta que arrojaron como resultado general que los jóvenes no son capaces de leer más allá de tres líneas y captar el significado de una frase.
El informe habla de un descenso general en los índices de comprensión lectora en la región pero que se torna especialmente preocupante para España donde los resultados hablan de: “461 puntos, diez puntos por encima del Total Internacional, pero 23 por debajo del Total OCDE y 31 por debajo del Promedio OCDE” (Pág. 69).
Algunos elementos interesantes: los jóvenes en cuyos hogares hay más libros, obtienen mejores rendimientos. De las Comunidades Autónomas sólo La Rioja iguala el promedio de la OCDE con 49 puntos. En general, no hay una diferencia marcada en los resultados generales entre las mujeres y los hombres, pero esas diferencias sí se tornan significativas a la hora de medir la comprensión lectora.
Dice el informe:
Las diferencias a favor de las chicas oscilan entre los 17 puntos de Chile y los más de 50 puntos de 12 países entre los que se encuentran Qatar, Bulgaria, Grecia, Argentina, Eslovenia o Finlandia. La media española es de 35 puntos a favor de las alumnas, similar al Promedio OCDE y Total OCDE.
Este dato se viene a corroborar con el Balance 2004-2007 del Plan de Fomento de la Lectura, según el cual la primacía de mujeres lectoras es de 59,6%, frente al 51,4% de los hombres. Si a eso añadimos el hecho de que los jóvenes son los que más leen, creo que no hay que ser pesimistas sino observar dónde habría que enfocar el desarrollo de políticas para la promoción de la lectura.
Una pregunta interesante tiene que ver con las razones por las cuales estos resultados son así y probablemente sea más novedoso que sean los jóvenes quienes lean, que el hecho de que lo hagan más las mujeres que los hombres.
Por otro lado, también es interesante conocer el perfil y los gustos de las mujeres lectoras y vemos que se trata de jóvenes citadinas con un nivel educativo universitario que prefiere leer novelas. ¿Será, entonces, verdad que la lectura es más un asunto de mujeres que de hombres? Parece que en cierto sentido si, pero adicionalmente creo que hay que profundizar en aquello que consideramos que son las prácticas lectoras y el rol de las mujeres en la educación.
Estamos (seguimos estando, ¿hasta cuándo lo seguiremos diciendo?) ante un terreno inexplorado, lleno de buenas intenciones pero resultados confusos y pesimistas.
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