El cambio de hábitos conscientemente lleva a la innovación. El ejercicio del cerebro logra nuevas "rutas". Esa es la conclusión a la que llegan dos escritores y expertos en management consultados por el New York Times.
La innovación reside en lo que se llama nuestra zona de “expansión”, un lugar de nuestra existencia en el que no nos sentimos cómodos con nuestros hábitos, lo que nos lleva a buscar otros nuevos.
Plantean así que los directivos se rodeen de colaboradores que piensen de un modo diferente para no perder la diversidad intelectual y la capacidad de cambio e innovación. Recomiendan practicar la técnica japonesa llamada “kaizen” -mejora continua- en la que se basa el sistema de producción de Toyota.
Expertos en management consultados por el New York Times coinciden en que el cambio de hábitos, por pequeños que éstos sean, es un motor para innovar, dentro y fuera de la empresa.
Los hábitos están relacionados con lo mecánico, que programan en nuestro cerebro el piloto automático, la inconsciencia, la comodidad y la rutina. En el mundo que vivimos la palabra “hábito” tiene connotaciones negativas.
Estudios sobre nuestro cerebro han demostrado que, cuando desarrollamos de manera consciente nuevos hábitos ejercitándolo, se crean nuevas rutas sinápticas -conexiones entre neuronas- e incluso nuevas células cerebrales, lo que puede producir un “salto” en nuestros pensamientos.
Los hábitos son una limitación.
Por el contrario, el hecho de probar cosas nuevas (dirigir nuestro propio cambio desarrollando de manera consciente nuevos hábitos) nos hace salir de lo que llaman “la zona de confort” e impulsa la creatividad, tanto en el trabajo como fuera de él.
Una vez que una conducta se graba en nuestro hipocampo, se queda allí para siempre, sin embargo, los nuevos hábitos que somos capaces de arraigar en nosotros mismos crean rutas paralelas y puentes con las conductas “viejas”.
“La primera cosa que necesitamos para innovar es la fascinación por el asombro”, comenta Dawna Markova, autora del libro “The open mind” (La mente abierta) y consultora para la firma Profesional Thinking Partners. “Sin embargo, nos han enseñado a “decidir”, del mismo modo que nuestro presidente se denomina a sí mismo “El Que Decide”. Ahora bien, decidir es aniquilar todas las posibilidades salvo una. Un buen innovador explora el resto de las posibilidades”, comenta.
Resolver problemas
Solemos resolver problemas de un modo inconsciente. A finales de la década de los años 60, se descubrió que los humanos nacemos con la capacidad de afrontar retos de cuatro maneras diferentes: analíticamente, procediendo, relacionando e innovando. Como recuerda Markova, en la pubertad, nuestro cerebro se cierra de alguna manera y la mitad de estas capacidades se pierden, preservando sólo los modos de pensamiento que han sido más valiosos para nosotros en los diez primeros años de nuestra vida.
En este sentido, el énfasis que se le da actualmente a la estandarización y al acto de proceder significa que pocos de nosotros usamos nuestra capacidad innata para innovar y relacionar. “Esto rompe una de las reglas más importantes del sistema de creencias norteamericano, basado en que cualquiera puede hacer lo que se proponga” comenta M J. Ryan, autor del famoso libro “This year I will… (Este año voy a…) “Es una mentira que se ha perpetuado y que propicia la mediocridad. Conocer en lo que somos buenos y potenciarlo nos lleva a la excelencia”, afirma.
Las personas analíticas que quieren aprender algo o desarrollar un nuevo hábito se leen un libro o hacen un curso, mientras que las personas innovadoras buscan nuevas vías, de tal modo que están en disposición de crear nuevas vías en su cerebro.
Ryan y Markova han descubierto que nuestra existencia se mueve en tres zonas: comodidad, expansión y tensión. La comodidad es el reino de nuestros hábitos. La tensión ocurre cuando nuestras metas están muy lejos de nuestra experiencia actual. Finalmente, la expansión es como una zona media donde residen las actividades o hábitos con los que no nos sentimos cómodos. Es en esta última zona donde ocurren los cambios.
“Acceder a esa zona es bueno porque mantiene nuestro cerebro sano”, comenta Ryan. Si no seguimos aprendiendo, si no afrontamos nuevos retos con los que nuestro cerebro cree otras rutas, caemos, literalmente, en la atrofia.
Mejoras pequeñas
Markova recomienda practicar la técnica japonesa llamada kaizen (“mejora continua”). Kaizen es lo opuesto a la complacencia. Kaizen es un sistema enfocado a la mejora continua de toda la empresa y sus componentes, de manera armónica y proactiva. El kaizen surgió en el Japón como resultado de su imperiosa necesidad de superarse para poder alcanzar a las potencias industriales de occidente. En la actualidad, el famoso sistema de producción de Toyota se basa en el kaizen.
“Cuando iniciamos cualquier cambio (innovación), aunque sea positivo, el miedo se activa en nuestro cerebro emocional”, dice Ryan en su libro. “Si el miedo es lo suficientemente fuerte, huiremos y desistiremos de hacer lo que estábamos intentando. Los pequeños pasos que se dan en el kaizen no nos permiten huir, sino que nos mantienen en nuestro cerebro pensante, donde tenemos acceso a nuestra creatividad y a nuestra alegría”.
vía Tendencias 21
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