Cualquier hombre que conozca la Antigüedad sabe que los hebreos, hasta el tiempo de su cautividad, no conocieron los ángeles, y que se los dieron a conocer los persas y caldeos. En su cautiverio, según cuenta dom Calmet, supieron que había siete ángeles principales ante el trono del Señor y también conocieron los nombres de los diablos. El demonio que nosotros llamamos Asmodeo, se llamó antiguamente Hashmodai o Chammadai. «Se sabe —dice Calmet— que había diablos de varias categorías; unos eran príncipes y señores, y otros subalternos y vasallos.»
Para que Hashmodai tuviera suficiente poder para estrangular a siete jóvenes que se casaron sucesivamente con la hermosa Sara, natural de Rages, distante quince leguas de Ecbatana, era preciso que los medos fueran siete veces más maniqueos que los persas. Un príncipe bondadoso proporciona marido a dicha joven, y Hashmodai, que era rey de los diablos, desbarata siete veces el casamiento que proporciona a la mencionada un príncipe bondadoso.
Siendo Sara hija de un judío y, por lo tanto, judía cautiva de Ecbatana, ¿cómo un demonio medo pudo tener tanto poder sobre los hebreos? Ello induce a creer que Asmodeo-Chammadai era también hebreo, y que fue la antigua serpiente que tentó a Eva y amó furiosamente a las mujeres, a las que tan pronto engañaba como mataba a sus maridos por exceso de amor y celos.
En efecto, el libro de Tobías, en la traducción griega, dice que Asmodeo estaba enamorado de Sara. Los sabios de la Antigüedad creían, en general, que los genios buenos o malos tenían gran afición a las hijas de los hombres y las hadas a los mozos hijos de los mortales.
La misma Sagrada Escritura, poniéndose a la altura de nuestra debilidad y dignándose adoptar el lenguaje llano, dice que «los hijos de Dios, encontrando hermosas a las hijas de los hombres eligieron esposa entre ellas».
Pero el ángel Rafael, que guiaba al joven Tobías, da otra razón más digna de su ministerio y que podía ilustrar mejor al mozo a quien servía de lazarillo, diciéndole que los siete maridos de Sara fueron víctimas de la crueldad de Asmodeo porque la desposaron únicamente para gozarla, y añade: «Es preciso que el esposo guarde continencia con la esposa durante tres días y que juntos recen a Dios».
Diríase que con semejante instrucción no hace falta otro remedio para que Asmodeo huya. Sin embargo, Rafael añade que es necesario, además, asar el corazón de un pescado con fuego de carbón. ¿Por qué, pues, no se empleó más tarde ese remedio infalible para sacar el diablo del cuerpo de las jóvenes? ¿Por qué los apóstoles, enviados expresamente para expulsar a los demonios, no pusieron nunca sobre la parrilla el corazón de ningún pescado? ¿Por qué no se recurrió a ese medio en los asuntos de Marta Brossier, de las monjas de Loudun, de las amantes del cura Urbano Grandier, de la Cadiere, y del hermano Girard y de otras poseídas, en las épocas en que hubo tanta mujer poseída por el demonio? Los griegos y romanos, que conocieron tantos filtros de amor, y poseían también algunos para curar el amor, para esos casos empleaban hierbas y raíces. Recomendamos el agnus castus, que llegó a ser famoso y los modernos hicieron tomar a monjas jóvenes y les produjo efecto. Hace muchos siglos, Apolo se quejaba a Dafne de que a pesar de ser médico no podía encontrar ningún medicamento que curara el amor. También empleaban, para conseguir ese resultado, el humo de azufre, pero Ovidio, que era maestro en esa materia, declara que la receta es inútil.
Al parecer, fue más eficaz para expulsar a Asmodeo el humo del corazón o del hígado de un pescado asado. El reverendo padre Calmet se inquieta porque no acierta a comprender que semejante fumigación actúe sobre un puro espíritu, pero puede estar tranquilo si recuerda que los antiguos dotaron de cuerpo a los ángeles y a los demonios. Es cierto que sus cuerpos eran tan sutiles y ligeros como las pequeñas partículas que se desprenden de un pescado asado, y se parecían al humo que éste hace salir del fuego y obraba sobre ellos por simpatía.
Con este procedimiento no sólo se consiguió hacer huir a Asmodeo sino también que el ángel Gabriel le encadenara en el alto Egipto, donde está todavía. Vive en una cueva, cerca de la ciudad de Saata o de Taata. Pablo Lucas lo vio y nos habla de él. Es una serpiente que cortan en pedazos, pedazos que vuelven a unirse en seguida y luego desaparece. Calmetcita el testimonio de Pablo Lucas y yo quiero hacerlo también. La teoría de Pablo Lucas podría añadirse a la de los vampiros, en la primera compilación que el abate Guyon imprima.
1 comentario:
Gracias por la iniciativa, saludos
Publicar un comentario