2 de abril de 2012

Libertad de pensamiento

En el año 1707, cuando los ingleses ganaron la batalla de Zaragoza, protegieron a Portugal y dieron durante cierto tiempo un rey a España, milord Bolmind, que tras resultar herido se encontraba en el balneario de Bareges. En dicho establecimiento encontró al conde Medroso, que habiendo caído del caballo a retaguardia del campo de batalla fue también al mismo balneario. Era familiar de la Inquisición. Milord Boldmind no era familiar más que en la conversación. y un día que estaban juntos entablaron el siguiente diálogo:

BOLDMIND. ¿De manera que sois brazo armado de los dominicos? A fe mía que desempeñáis un oficio muy bajo.

MEDROSO. Es verdad, pero es preferible ser su criado a ser su víctima, y prefiero tener la desgracia de quemar a mi prójimo a que me abrasen en una hoguera.

BOLDMIND. ¡Horrible alternativa! Erais cien veces más dichosos bajo el yugo de los moros, que os dejaban tener todas las supersticiones que queríais y, a pesar de ser los vencedores, no se arrogaban el derecho de aherrojar el pensamiento.

MEDROSO. NOS vemos obligados a someternos. NO se nos permite escribir, hablar, ni pensar siquiera. Si hablamos interpretan nuestras palabras a su antojo, igual que hacen con nuestros escritos. Como no pueden condenarnos a morir en un auto de fe por nuestros pensamientos íntimos, nos amenazan con que arderemos eternamente por orden de Dios, si no pensamos como los dominicos. Convencieron al gobierno que si pensáramos libremente todo el Estado ardería prontamente y nuestra nación sería la más desgraciada del mundo.

BOLDMIND. ¿OS parece que somos desgraciados los ingleses que llenamos los mares de barcos y venimos a ganaros batallas al extremo de Europa? ¿Creéis que los holandeses, que os arrebataron casi todo lo que descubristeis en las Indias y hoy son vuestros protectores, están malditos de Dios por haber concedido total libertad a la prensa y practicar el comercio del pensamiento de los hombres? ¿Fue el imperio romano menos poderoso porque Cicerón escribiera con libertad?

MEDROSO. ¿Quién es ese Cicerón? Nunca oí pronunciar ese nombre a la Santa Hermandad.

BOLDMIND. Era un bachiller de la Universidad de Roma que escribió todo lo que pensaba, lo mismo que Julio César, Marco Aurelio, Tito Lucrecio, Plinio, Séneca y otros doctores.

MEDROSO. No los conozco, pero me han asegurado que la religión católica y romana se pierde si nos dejan pensar.

BOLDMIND. No debéis creer semejante disparate, pues tened la seguridad de que vuestra religión es divina y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Si esto es verdad, nada es capaz de destruirla.

MEDROSO. No, pero puede reducirse a la mínima expresión y así lo aseguraron por creer que Suecia, Dinamarca, Inglaterra y la mitad de Alemania, han incurrido en la desgracia de no querer ser ya vasallas del papa. Incluso aseguran que si los hombres se dejan llevar por la engañosa luz de la razón se limitarán muy pronto a adorar sencillamente a Dios y a la virtud. Si las puertas del infierno prevalecieran hasta ese punto ¿para qué serviría el Santo Oficio?

BOLDMIND. Si los primitivos cristianos no hubieran tenido la libertad de pensar, ¿creéis acaso que existiría el cristianismo?

MEDROSO. ¿Qué queréis decir? No os comprendo.

BOLDMIND. Quiero decir que si Tiberio y los demás emperadores romanos se hubieran valido de los dominicos para impedir que los primitivos cristianos tuviesen plumas y tinta, si no hubiera estado permitido en el imperio pensar libremente, habría sido imposible que los cristianos establecieran sus dogmas. Dado que el cristianismo se expandió gracias a la libertad de pensamiento, ¿no es una contradicción y una injusticia querer suprimir hoy esa libertad sobre la que él se fundó? Cuando os proponen algún asunto de interés, ¿no lo examináis mucho antes de aceptarlo? ¿Hay acaso en el mundo asunto de más interés que el de nuestra felicidad o de nuestra desgracia eterna? Hay multiplicidad de religiones en el mundo y todas os condenan si creéis en vuestros dogmas, que los consideran absurdos e impíos: examinad, pues, estos dogmas.

MEDROSO. YO no puedo examinarlos porque no soy dominico.

BOLDMIND. Sois hombre, y esto basta.

MEDROSO. Por desgracia, comprendo que sois más hombre que yo.

BOLDMIND. De vos depende aprender a pensar. Pese a que nacisteis con inteligencia sois como el pájaro. Os tiene preso en su jaula la Inquisición y el Santo Oficio os ha cortado las alas, pero éstas pueden crecer. El que no sabe geometría puede aprenderla; todos los hombres pueden instruirse. Atreveos a pensar que es vergonzoso poner vuestra alma en manos de aquellos a quienes no confiaríais el dinero.

MEDROSO. Dícese que si todo el mundo pensara por sí mismo habría confusión en el planeta.

BOLDMIND. Ocurriría lo contrario. Cuando asistimos a un espectáculo, cada espectador manifiesta con libertad su opinión sobre la obra que se representa y no por eso se perturba la tranquilidad pública, pero si el protector insolente de un mal poeta quisiera obligar a los espectadores entendidos a que les parezca bueno lo que encuentran malo, en este caso el teatro se llenaría de silbidos y los dos partidos se liarían a mamporros, como en una ocasión sucedió en Londres. Los tiranos del pensamiento son los que han causado gran parte de las desgracias del mundo. En Inglaterra no fuimos felices hasta que cada habitante disfrutó con libertad del derecho a exponer su opinión.

MEDROSO. También nosotros vivimos tranquilos en Lisboa, donde nadie goza de la libertad de decir lo que piensa.

BOLDMIND. Vivís tranquilos, pero no dichosos. Vuestra tranquilidad es la de los galeotos, que mueven los remos cadenciosamente y en silencio.

MEDROSO. ¿Creéis, pues, que mi alma está condenada a galeras?

BOLDMIND. Sí, y deseo librarla de ellas.

MEDROSO. ¿Y si me encuentro bien en las galeras?

BOLDMIND. En ese caso, las merecéis.

 

Diccionario Filosófico Voltaire

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