Estas perlitas son propias de una acomplejada psíquicamente enferma, cuando comienza un discurso dice “…buenos días a todos y a todas…” ignorando que todos abarca a todos sin diferencia de género. Todos es para todos aún para los gays si los hubiera entre los presentes. Señora presidente, TODOS es para todos los presentes, hombres, mujeres, gays, niños, jóvenes, adultos y ancianos.
En el castellano existen los participios activos como derivados verbales. el participio activo del verbo atacar es atacante, el de sufrir es sufriente, el de cantar es cantante, el de existir es existente. El participio activo del verbo ser es ente; el que es el ente tiene entidad. Por ese motivo cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad para ejercer la acción que expresa un verbo, se agrega después de su raíz la terminación ENTE.
Por lo tanto a quien preside se le dice presidente, NO presidenta independientemente del sexo que tenga. Se dice capilla ardiente, no ardienta. Se dice estudiante, no estudianta. se dice adolescente, no adolescenta. Se dice paciente, no pacienta.
Claro está que mucha gente conociendo esto, la llama presidenta ya que no la cree capaz de realizar la acción que denota el verbo.
La presidenta es una estudianta adolescenta y poco pacienta que quería ser eleganta para que la nombraran representanta. También quería ser integranta independienta de la asamblea constituyenta. Ahora es la presidenta existenta en la Argentina, pero un día llegará en que la veamos sonrienta en una capilla ardienta por ahora inexistenta. Que mal suena presidenta, política dirigenta que se ponga tan violenta con el pobre castellano para quedarse contenta.
1 comentario:
Algunos asumidos como sabiondos, se atribuyen el deber moral de buscar la quinta pata al gato (o a la gata en este caso), disimulando apenas, una oxidada visión machista y, encima, autoproclamándose catalogadores oficiales, se permiten incluir en el título "vergüenza nacional".
Creo que podríamos nombrar cientos de ejemplos que constituyen mayor vergüenza nacional que un mero y paupérrimo sufijo -enta, que para colmo, tiene un uso correcto, aunque a este devenido juez de sobremesa, no le guste la Presidenta.
Y para quienes duden, les agrego a continuación dos párrafos muy ilustrativos, españolísimos ellos para evitar favoritismos locales (y también para que los xenófilos lo admitan como cierto), que sustentan lo anteriormente dicho.
Presidenta es la forma femenina de presidente. Está aceptada por el DRAE[1] y el DPD[2]. La definición del DRAE en su quinta edición, de 1803, es (la ortografía es la de la época, con muger escrito con g):
PRESIDENTA. s. f. La muger del presidente, ó la que manda y preside en alguna comunidad. Praesidis uxor, praeses faemina.
Así, se pueden encontrar ejemplo en el CORDE como el siguiente, de un acta notarial de 1614:
[...] otorgó por esta carta que nombraba y nombró por presidenta y priora del dicho convento y monasterio y fundacion que ansi tiene hecha [...]
En años posteriores la palabra tiene documentado un amplio uso[3][4].
Por otra parte, la Gramática de la Academia de 1917 decía:
Y una vez hechos adjetivos, han pasado algunos a substantivos, como dependiente, escribiente,figurante, presidente, sirviente, etc., de los cuales a los tres últimos se les ha dado, además, terminación femenina para cuando designen seres de este sexo; así: figuranta, presidenta, sirvienta.
La Academia aclara en -nte[8]:
Muchos de estos adjetivos suelen sustantivarse, y algunos se han lexicalizado como sustantivos y han generado, a veces, una forma femenina en -nta. Dirigente, dependiente, dependienta.
En el caso concreto de presidente, según el NGLE no se ha formado a partir de presidir, ya que se incorporó un siglo antes que el verbo[9].
En Argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner emplea sistemáticamente esta forma y es a menudo motivo de burla por quienes creen que la palabra es incorrecta y de reciente invención.
Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente tengan una forma para el género femenino. Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta). Pero es que, además, en el caso de este infijo concreto, la historia de nuestra lengua y la de las lenguas que la precedieron pueden llegar a avalar el uso de voces como presidenta, pues al hilo de esta explicación parecen ser menos conservadoras que la variedad actual.
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